martes, 19 de febrero de 2013

Luz


Hagamos por un momento como si cada uno de nosotros fuera una estrella, con luz propia. Imaginemos que hubiera una lado nuestro que sólo ven algunos y lo mismo psaría con nuestro "otro lado". Y ahora, pensemos, ¿qué pasaría si los demás fuesen satélites que reflejasen nuestra luz? Como la luna, que no tiene luz propia, sino que brilla gracias a la luz del Sol. Supongamos que nosotros somos el Sol y el resto, lunas, que absorben esa luz que desprendemos, y dependiendo del modo en que nuestros rayos incidan sobre ellos, veríamos unas u otras cosas, aspectos distintos de su personalidad y de sus vidas, y lo mismo les sucedería a ellos, a su vez soles, con nosotros.
Puede que del párrafo anterior no hayáis comprendido nada en absoluto. Voy a intentar explicarlo con un ejemplo. Supongamos ahora que te enamoras. ¿No verías entonces de esa persona un lado que los otros no ven? Como las distintas caras de la luna. ¿No se refleja ahora tu luz sobre cosas que antes no veías o no entendías? De algún modo, estás cegando zonas de ti, por eso que dicen de que el amor es ciego, pero a su vez, ves brillar otras muchas de las que no eras casi ni consciente. Entiendes poemas y canciones. Tu luz cambia y te hace brillar hacia los demás de una forma distinta también, porque tu brillo se alimenta de todo aquello que te rodea, como que la luz que reflejas sobre los satélites vuelve a ti con más fuerza. ¿No es bonito creer que nos alimentamos de la luz de los demás, de esos aspectos positivos que hacen que brillen, para producir nuestra luz con más intensidad?
Así que, no dejes que tu luz se apague. Todos necesitan de tu brillo para seguir, para no dejarse atrapar por la oscuridad. Aumenta tu brillo y el de los demás aumentará contigo.



~ Teresa